Platicando con Dios en Londres.

 Después de una serie de eventos desafortunados durante una semana en Londres.

Salí del lugar donde me quedaba, fui a caminar.
Eran al rededor de las 6pm, estaba oscuro. Mi hospedaje quedaba a unos pasos de la estación del metro. 

Había tomado malas decisiones, tenía todo el itinerario desordenado, las cuentas ya no daban y algunas personas con las que me relacionaba no habían sido mi mejor elección.

Caminé sin rumbo unos cuantos kilómetros, topé con un semáforo y caminé de vuelta a mi lugar.
Las calles son de piedra, las casas con grandes de ladrillo y barro. La mayoría de las casas tienen un jardín grande que se asoma a la calle detenidos por rejas negras de estilo colonial.
    Los faros alumbran con una luz amarilla. El cielo a esa hora es azul oscuro y las estrellas brotan relucientes. La luna estaba presente, casi llena.

Caminando de vuelta, empecé a hablar con Dios. Le preguntaba el por qué de mis malas decisiones. Le decía cuán mal me sentía por no detenerme a escucharlo. Le agradecí muchísimo que me mantuviera con vida, a salvo. Dios me cuida. También le pregunté qué más podría hacer para regresar con bien a casa (Irapuato) o qué más podía hacer para quedarme más tiempo lejos. 

En esa plática, supongo que mi semblante cambió. Yo solo observaba al cielo. 

(Imagina una escena nostálgica, una noche de primavera bajo las luces de los faros. Yo sola por la calle, viendo, como perdida, al cielo)

De pronto escuché un "hey!" con voz alta. Una voz gentil, firme, limpia, hasta con un poco de energía.

Reaccioné, y ya había a mi alrededor un mundo de personas. Ya eran casi las 7, la hora en la que todos regresan a casa. Yo ya no estaba lejos de la estación, entonces todos los que habían bajado del metro ya se encontraban rodeándome. Yo iba al lado contrario de ellos. Parecía que yo era la única que caminaba al lado contrario.

Volviendo al "hey!". Voltee al remitente. Un hombre joven, de cabello castaño claro, tez blanca y lisa, ojos oscuros llenos de energía. Y una sutil sonrisa. "¿Estás bien?", me dijo con intención.

Me sorprendí por un instante ¿Me está pasando esto a mi?

Le respondí moviendo la cabeza "sí", me respondió "¿segura?".
Asentí otra vez con la cabeza y le dije "Gracias". 

Seguimos caminando cada uno ha su rumbo.
Le agradecí a Dios.



Comentarios

  1. Gracias por compartir tu experiencia, también he pasado por algo así, gracias a Dios nos cuida. Gloria a El!

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