Mi compañía

 

De niña yo soñaba con tener una mascota que me siguiera a todos lados y que me respondiera siempre que le hablara, como lo veía en las caricaturas. A mi me encantan los animales.
Tuve mascotas de niña pero había reglas: mis papás no los querían dentro de casa, a menos de que fueran mascotas que pueden vivir en una jaula o pecera. (tuve un hámster llamado Yoshi y se escapaba al closet de mis papás, 2 veces los asustó jeje)

Tuve un gato llamado Robbie, guapisimo el condenado. Lo tuve desde chiquitito, una amiga me lo regaló porque su gatita los tuvo y ese era el más bonito y naranjita. Lo quise mucho, se quedaba afuera y pocas veces me dejaban meterlo; le gustaba que lo cargara. Una vez estuve tan enferma que mi mamá para reanimarme lo dejó entrar y lo llevó a mi cuarto. Creo que desde ese momento las reglas cambiaron.
Un día Robbie salió a dar su vuelta habitual y no regresó :( lo tuve por muchos años. Me dio muchas tristeza.


Un tiempo apoyé a iniciar una A.C. que rescataba perros y gatos. Tiempo después con otra A.C. hicimos un evento de adopción en el centro. Yo solo iba de apoyo para recibir a las personas y dije que me iría temprano. Tenía un razón, no quería ver a ningún animalito que me gustara, no quería tentación de querer adoptar. En mi menta decía: mi mamá no me va a dejar, mi mamá no quiere más mascotas (ya teníamos 2 años con un perro que sigue moviendo su colita hasta la fecha).

En ese evento, me daba mis recorridos por las jaulas en caso de que alguien necesitara información. En el primer recorrido vi a un gatito blanco en una jaula, su blancura resplandecía. No lo observe, no quise hacerle caso, me fui de paso.
En el segundo recorrido vi que alguien lo había sacado de la jaula, lo traía en brazos y su cola peluda de color café con rayas amarillas se robó la escena. Vi a esa preciosa criatura brillar, todo al rededor se opacó por su belleza, me flechó. Sentí una gran incomodidad ver que lo cargaran. No pude que con ese sentimiento, yo lo quería cargar el resto de su vida.

Así que, le llamé a mi hermano para decirle la situación "Daniel, dile a mi mamá que quieres adoptar un gatito, que si te deja tenerlo. Luego te vienes a firmar para que sea tuyo". También hablé con mi mamá, se que se puso nerviosa con la decisión. Pero... dijo que sí.

Llegó mi hermano, nos presentaron al gatito (una gatita de 4 meses) firmó y se la llevó en brazos a casa. Yo no la cargué, solo la chuleaba, no me quería encariñar.

El plan era que fuera de mi hermano y yo pudiera jugar con ella. Que se quedara en el cuarto de mi hermano y no saliera a los demás cuartos. Y yo, solo la vería de vez en cuando. 
        Qué bárbara, yo no quería encariñarme, a la fecha no entiendo bien por qué. Tal vez no quería cargar con la responsabilidad o perderla como a Robbie. 

En ese entonces yo estudiaba en casa, la mayor parte del día estaba en mi cuarto haciendo tareas y tomando clases. Un día, me dio mucha curiosidad verla, abrí la puerta del cuarto muy silenciosamente, la vi acostadita en un tapete, como solo pasando el rato, su cabeza estaba levantada viendo todo. Sintió mi mirada y volteó, se levantó rápido y yo cerré la puerta. 
    "Ya te vio Raquel, no la dejes así. Juega con ella" me dije. Y yo ¡me moría por abrazarla! Tontamente yo evitaba tenerle cariño y sobre todo quería evitar que ella se encariñara. 
Y desde ese momento no hubo marcha atrás. Se quedó un rato conmigo, la dejé en mis piernas mientras yo seguía con la escuela. Y así, todos los días, comenzó a dormirse en mi cama, me dejaba abrazarla gran parte de la noche, me seguía por toda la casa. Me saludaba, me respondía. Nos hicimos compañía. La amé.

Cuando empecé a trabajar, siempre que yo llegaba a casa ella me acompañaba por las escaleras al cuarto y en ese trayecto ella no dejaba de maullar ¿Qué tanto me platicaría? Yo le respondía "sí, claro" "sí gatita" "miaw miaw" 😁. A mis papás les parecía simpático, mi papá me preguntaba "¿qué te dice Mila?" y mi mamá se reía.

Ella ronroneaba mucho y eso me servía para relajarme. Calentaba mis pies en invierno. En verano cada quien por su lado porque hacía mucho calor y ella se puso bien peluda conforme pasaban los años.

Yo me iba de viaje por meses y le decía que me esperara, que yo volvería por ella. Mis papás me contaban que en ese tiempo ella subía las escaleras maullando muy fuerte como buscándome, que se quedaba en el cuarto maullando un rato.
Siempre volví, solo por ella. 

Años después, nos fuimos a vivir solas. Nuestra propia casa. Yo estaba muy nerviosa con todo y ella estuvo ahí para mi. Mi perfecta compañía. Al principio ella me reclamada por dejarla sola tantas horas, otras veces se portaba como muy agradecida porque volvía a casa. Para este entonces yo ya no podía abrazarla para dormir porque me daba alergia en la cara. Pero siempre estuvo durmiendo a mis pies, menos en verano, el calor la hacía dormir en el piso. 

Nos peleabamos, ella me respondía cuando la regañaba. Yo la molestaba obligándola a bailar conmigo. Ella me mordía las piernas o me ponía la pata para tropezarme (😂 aunque usté no lo crea). Ella hacía muchas travesuras durante la noche. En una ocasión abrió mi ventana y se asomó me acerqué para meterla y regañarla, se asustó y se calló al patio; rogué a Dios que estuviera bien. Y sí, cuando bajé ya estaba en la puerta pidiendo que le abriera. 

Nos acompañamos durante dos años, solo ella y yo en nuestra casa. Conoció a la mayoría de mis amigos, convivió con ellos. Me encantaba presumirla. Y a ella le gustaba la compañía extra. Se hizo amiga de personas muy importantes para mi, sé que ella les daba cariño porque entendía quiénes era. 
Yo le decía cuando alguien estaba por llegar a visitarnos y con una persona en específico ella se quedaba atenta en la puerta esperando a que llegara o cuando llegaba ella me avisaba que ya estaba afuera. 

Gracias a todos los que la conocieron por haberle dado un cariñito a Mila, ella lo apreció mucho, lo sé. 

Ella fue un regalo de Dios. El sueño que tuve de niña se hizo realidad en el mejor momento. Pude compartir con ella 12 años de vida. Creo que fue la mejor etapa pues así yo podría apreciar cada momento con ella, entender lo que es hacerse responsable de alguien más. Sufrí sus malestares, la cuidé, la mantuve. Cosas que si la hubiera tenido de niña no habría sido lo mismo, no recordaría todo. 

Quiero pensar que le di la mejor vida. Lamento que este último año no le ofrecí lo mejor de mi pero al contrario ella me dio lo mejor de si pues le tocó consolarme durante meses, me escuchaba llorar y ella se acercaba, me hablaba, me pasaba su cola por los pies, ponía sus patitas en mis piernas, me maullaba suavecito en la cara y se quedaba acostada a mi lado ronroneando muy fuerte. Me dejaba abrazarla hasta que se me pasara el llanto. 

No fue solo una mascota. Fue mi roomie, mi amiga, mi compañera de vida. Yo creí que viviría mucho más por todo el amor que recibía, pero ese amor no mata el cáncer en animalitos viejitos. Yo creí que ella estaría en mi boda, que ella conocería a mi futuro esposo y lo aprobaría, y que alcanzaría a vivir un poco más con nosotros, yo quería que así fuera. Pero se fue antes. 

Al llegar a casa me cuesta mucho abrir la puerta porque ella no va a salir al abrir para recostarse en el piso y pasar al pasto. La casa está sola si yo no estoy. Al subir al cuarto ella ya no está y siento el vacío. Todavía me cuesta despertar en la mañana sabiendo que ya no está ella, que ya no hay nadie. 
Nuestra casa era mi lugar seguro porque al llegar ella estaba allí. Casi todo el tiempo lo que más quería era estar en casa para pasar el tiempo con ella aunque solo estuviéramos acostadas sin hacernos caso. Yo quería dejarla sola lo menos posible porque sé cuánto le gustaba estar acompañada. 

Y esto es lo que pasa cuando uno decide amar, compartes de todo y en algún momento te tienes que despedir. 
 





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