Orando

 Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto....

Mateo 6:6 (NVI)

Por muchos años tuve la oración como una acción demasiado íntima con Dios.
Mi papá me recordaba cada domingo que nosotros debíamos orar en privado y no en público pues eso era para llamar la atención. Y así lo hice. Me acostumbré tanto a orar sola, en mi cuarto o en un rincón y sin que nadie me viera o escuchara. 

También, creo que nunca fui invitada a orar al estar en alguna reunión o en mi grupo de estudio. Recuerdo que de vez en cuando mi papá me pedía orar por los alimentos.

Esto les digo: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará.

Mateo 18:19 (DHH941)

En la iglesia en la que yo crecí, cada domingo tenía una pequeña sección de oración en la que los varones se ponían de pie y oraban por sus necesidades y por la de los demás hermanos. Yo pedía por mi y por lo que quería que cambiara en mi vida, pedía por mi familia y mis amigos.

Pasaron varios años y creo que no entendía bien cómo era orar en grupo. No identificaba lo que significaba orar con más personas. No recuerdo haber estado en algún momento donde todos tuviéramos oportunidad de orar en voz alta pidiendo por todos. Aprendí a orar pero no entendía el poder que esto podía tener al estar en grupo.

Lo que le contaba a Dios no se lo contaba a nadie, por mi cabeza no pasaba que si le pedía a alguien más que orara por mi la petición tendría más poder o al menos me sentiría acompañada. 

En fin, no tuve la práctica de orar en voz alta en público o acompañada. Las primeras veces que lo hice, hace tan solo un par de años, me sentía tan pero tan vulnerable, estaba yo compartiendo mi intimidad no solo con Dios sino con una persona más escuchando. Imagínate leyendo tu diario o tu bloc de notas a un grupo de personas.
Ese primer momento lo compartí con una persona, me sentí invadida, desprotegida, insegura... me habría gustado ser honesta con esa primera persona compartiéndole esto. Eso le habría ayudado a entender y creo que se habría animado a explicarme el poder de la oración en conjunto.

Realmente no sabía cómo funcionaba eso, ignoraba el beneficio, la consecuencia y la bendición de hacerlo.

Después de tanto años, agradezco tanto a Dios por abrirme los ojos, por darme el entendimiento de que las palabras que mi papá me decía desde niña también significaban otra cosa; tener el poder de interceder en el nombre de Jesús. Ahora, disfruto mucho orar por los demás, disfruto mucho ser instrumento de Dios para que otros se sientan acompañados en su necesidad, para darle voz a las peticiones de otros. Para compartir mis pesares con quienes se sienten igual. Me gusta mucho saber que puedo acercarme a alguien para que ore por mi cuando yo no puedo levantar mi voz.
Y no hay nada que me llene tanto como compartir un misma intención ante Dios por medio de la oración acompañada de otras personas. 




Comentarios

Entradas populares